El pazo de Gandarón, situado en la parroquia de Salcedo (Pontevedra), fue construido por el arzobispo Sebastián Malvar Pinto a finales del siglo xviii. En la segunda mitad del XIX hereda la hacienda Jerónimo Malvar Taboada, quien amplía la propiedad y crea el jardín. En 1928 lo adquiere la Diputación de Pontevedra y se convierte en la sede de la Misión Biológica de Galicia (MBG) —perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)—, de la que Cruz Gallástegui fue fundador y primer director.

La investigación realizada hasta 1939 en el centro se encaminó, principalmente, a obtener variedades vegetales y animales de buena calidad. Los conocimientos adquiridos se le transmitían al sector agrario. Actualmente, las líneas de investigación se centran en la genética y en la mejora de los principales cultivos de Galicia.

La propiedad consta de una finca de doce hectáreas en las que se conservan un bosque original, los jardines y zonas dedicadas al cultivo de las diversas especies agrícolas en las que se investiga, además de tres edificios principales y otros de servicios. Destacan su magnífico hórreo de veintidós pies y la capilla, hoy convertida en museo. El edificio original de la finca era y es el pazo de Gandarón, acompañado por un hórreo, un palomar y otras edificaciones. Una vez que la finca pasa a ser sede de la MBG se realizan obras de acondicionamiento del pazo y de los restantes edificios para su uso como oficinas y laboratorios. En los años sesenta se construye el nuevo edificio, proyectado por Alejandro de la Sota, al que se le da el nombre de Cruz Gallástegui, y en 2007 se transforman las cochiqueras en un edificio de laboratorios, que recibe el nombre de Miguel Odriozola.

El jardín ha sufrido varias remodelaciones, desde su creación en el siglo xix, y fue totalmente rehabilitado entre 2005 y 2009, manteniendo el diseño original y reparándose los elementos significativos que marcan la época romántica en la que se diseñó, como la verja, el cenador, la fuente y los estanques. Las coníferas son las plantas más abundantes, especialmente el cedro azul del Atlas, Araucaria bidwillii y algunas criptomerias. Además del impresionante espécimen de Magnolia soulangeana, también podemos contemplar limas, árboles de Júpiter, camelias y palmeras.

Las camelias más antiguas se remontan al último cuarto del siglo xix, cuando fueron plantadas por Jerónimo Malvar; más tarde Cruz Gallástegui aumentó la colección. Durante la última mitad del siglo XX, Antonio Odriozola, que trabajó como bibliotecario en la MBG, contribuyó en gran medida al cultivo y a la difusión de la camelia. Entre las variedades de camelia del jardín destacan los especímenes de Camellia japonica ‘Fimbriata Alba' y ‘Juan XXIII'.